Nuestras ciudades coloniales transitan entre lo alegre, lo romántico y lo moderno: la piedra y el arco, la columna del barroco y los mascarones, los portales de madera finamente tallados, las calles empedradas que cautivan, los ventanales de los caseríos e iglesias: las ciudades coloniales y sus catedrales impactan y atrapan al viajero entre el lujo de lo contemporáneo y el mustio pasado, en amasiato. De las cien ciudades a visitar, llegamos a la tercera ciudad del reino, así bautizada por Felipe IV: Querétaro.

No le hace falta el mar, por sus calles y gran acueducto corre el agua a raudales; bajo el sol embellecedor, la ciudad: sus calles empedradas, sus muros de piedra, sus cien restaurantes y sus bares en los cuales se canta y se bebe el mejor vino de la zona y del mundo, contiene a Morelia, Guanajuato, Zacatecas y San Miguel de Allende. Querétaro es la ciudad perfecta, a paso de gato de la gran metrópoli y en el ombligo de México. Cero vandalismo, cero violencia, empresas florecientes, gran turismo, gente encantadora, y un petite hotel boutique llamado La Casa del Naranjo, en donde se vive la experiencia de las sensaciones, es como llegar a la casa de un amigo.

Del mapa de HOTELES BOUTIQUE DE MÉXICO, con más de 50 en el país, cada destino se torna deslumbrante; a 200 kilómetros de la capital del país (unas dos horas y media de recorrido) se consigue la intimidad del descanso que los grandes consorcios hoteleros, en aras del consumo, se esmeran en arrebatar.

El hotel está instalado en una casona del siglo XVIII y XIX, bellamente intervenida: un viejo violoncello a la entrada y dos bicicletas estilo vintage para visitar la ciudad, reciben al viajero, que se extasiará con las diversas atmósferas del petite hotel boutique: su árbol de naranjo, en el patio central acoge al visitante en cómodas mesas, de frente a la cantina de La Capilla, como diciendo “solo faltas tú”.

Así es La Casa del Naranjo y sus siete habitaciones con nombres de árboles: ciruelo, vid, naranjo, durazno, limón y manzano. Cada habitación es diferente y llena de detalles que arropan e invitan al solaz descanso en armonía con los olores.

El Caserío, restaurante. Se necesitan un par de días para caminar por sus animadas plazas, llenas de restaurantes y bares; para visitar los museos y las galerías; el parque de La Alameda, recorrer la calzada de Los Arcos y su bello Acueducto, la Casa de la Corregidora y la imponente Catedral: una ciudad cosmopolita y colonial, con gran gastronomía y teatro y arte, la cultura en sintonía. El Caserío, una buena muestra de este maridaje: Lechón tipo Segovia, paella, tacos de Jamaica con camarones, entre sus especialidades, en hermosos salones que contienen una cava muy surtida de grandes vinos a precios muy accesibles. Durante el Mundial promociones especiales. Come todo lo que quieras por 250 pesos.

el tip

Los postres típicos de esta ciudad son los camotes, la capirotada, la mantecada, las trompaditas y las embarradillas, acicalado, frutas al horno, limones rellenos de coco, las natillas y los dulces de leche.

La Procesión del Silencio en Querétaro es una tradición que se celebra desde hace mas de 30 años.

No le hace falta el mar, por sus calles y gran acueducto corre el agua a  raudales; tiene restaurantes y bares en los que se canta y se bebe el mejor vino.