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    networkedblogs.com – Sabores de México

    2013
    28
    May
    Sabores de México

    Quinta Las Acacias, el regreso a casa

    Ubicada en una casona de 1820 de estilo francés, a la usanza de esa época, la quinta ,como se le llamaba en ese entonces a las casas de retiro o fin de semana, fue propiedad del afamado arquitecto que construyo el mercado Hidalgo y el Teatro Juárez en la ciudad de Guanajuato: Alberto Malo. Y se llama Quinta Las Acacias por los arboles de Acacias que están en los alrededores de esa zona que alguna vez estuvo lejos de lo que era la capital del estado y hoy ya es parte de la zona urbana de esta ciudad.

    El arquitecto Malo, que de malo no tiene nada mas que el apellido porque las construcciones que diseño en la ciudad son de las mas hermosas en nuestro país, vivió y disfruto esta casa hasta que sus herederos decidieron rentarla, familias fueron y vinieron, hasta que un día llego a habitarla quien fuera la bisabuela del hoy gerente general del hotel, que recuerda de pequeño haber andado brincando y jugando por los pasillos y escaleras de esta grandiosa casa. ¿Ahora entiende el porque del titulo?

     

    Mas familias, mas inquilinos hasta que un día el Director General de Quinta Las Acacias decide comprarla y la adquiere en un estado de total abandono, por lo que después de 12 largos años de remodelaciones y reconstrucciones finalmente la inauguran como hotel, con sólo 10 habitaciones, y únicamente con servicio de desayuno para los huéspedes.

     

    Pero resulta que la casa se encuentra ubicada en una zona donde hay muchas oficinas de gobierno y seguramente el aroma del pan recién horneado de su cocina les llegaba hasta sus cubículos donde se les hacia agua la boca, y comenzaron a pedirle a los administradores del hotel que por favor los dejaran disfrutar de esos ricos platillos mañaneros con los cuales deleitaban a sus huéspedes.

    Quinta Las Acacias, Hotel Boutique, Guanajuato, Mexico

    Con el transcurrir del tiempo, Quinta Las Acacias ha ido creciendo, hoy cuenta con un total de 17 habitaciones de las cuales algunas tienen jacuzzi, y de solo ofrecer desayunos hoy ya abren su salón comedor para ofrecer servicio de comida y cena.

     

    En esta última visita que hice a Guanajuato le pedí a mis salvadores de viaje, Hoteles Boutique de México, que me hicieran la reservación en este hotel; la ocasión anterior que estuve ahí andaba de trabajo y la verdad es que no se disfruta igual, uno corre de arriba a abajo y de un lado para otro y ni tiempo de ver ni gozar nada. Pero ahora sí llevaba tiempo suficiente para no perderme detalle de mi habitación y de sentarme a pierna suelta a desayunar, comer y cenar en su restaurante.

     

    De las 17 habitaciones una de las mas bonitas es La Frida, es grande, en verdad muy espaciosa, con una sala de estar a la entrada del cuarto con una televisión de alta definición y una entrada independiente al baño.  Una terraza interior y un pasillo dividen a esta zona del área donde esta la cama, así que hasta visitas puede uno tener en el hotel sin que invadan nuestra privacidad, e invitarlos a que tomen o coman algo mientras platicamos. Su terraza exterior es tan grande como lo ancho de ese edificio donde esta ubicada, donde podemos sentarnos para comenzar el día de manera relajada o para esperar el atardecer y dejar que la mente vuele mientras se escucha el trinar de los pájaros que llegan a dormir a los arboles del jardín. Y sí… yo creo que a Frida le hubiera gustado esta habitación, porque desde ese ventanal habría encontrado muchas cosas en que inspirarse.

    Enchiladas Mineras, Hotel Quinta Las Acacias, Guanajuato, Mexico

    Muchos detalles hacen que cada habitación sea distinta y no solo por los muebles, en la mía había un caballete con una pintura, un florero con gladiolas rojas, un perchero con collares y un “secreter” (escritorio antiguo) donde uno se puede sentar, y llenar  hojas en blanco sin reparar en las horas que pasen.

     

    De su cocina puedo decirles que me alegra que hayan abierto las puertas para que otros la visiten y no solo los huéspedes gocemos de sus recetas y creaciones de la Chef Ejecutiva. De estilo casero pero con los estándares que hoteles boutique como este deben tener para quienes lo visitan; su evolución pasó de la cocina francesa a una cocina más regional y tradicional, basada principalmente en los productos del estado como la guayaba, el xoconostle, las fresas, garambullo, el pulque de la sierra y muchos mas.

     

    Un ejemplo para el desayuno es el Rabo de Mestiza, que son dos huevos estrellados, bañados con salsa de rajas, cebolla, crema y queso, y las Enjococadas , que fueron mi elección, dos gorditas de maíz rellenas de frijol con queso fresco, bañadas con jocoque liquido y un toque de salsa roja. Para la comida ofrecen platillos de antaño, como las Enchiladas Mineras o las Crepas de Rajas rellenas de queso de cabra de la región con salsa de huitlacoche que se da muy bien por esta zona; en época de lluvia llegan a comprar hasta 100 kilos para la elaboración de sus platillos, o una receta inspirada en el amaranto que no deben perderse: Camarones con Costra de Amaranto con Ensalada. De las recetas de su abuela tienen un Pollo “Doña Ceci” que acompañan con una salsa de encacahuatado para chuparse los dedos.

    Habitcion La Frida, Hotel Quinta Las Acacias, Guanajuato, Mexico

    La chef trabaja muy de cerca con los agricultores y comunidades locales, y que sin pretender ser denominados como cocina de “slow food”, finalmente lo son porque los huevos los compran en ranchos que no son huevos de marcas transnacionales, tienen su propio huerto y de sus arboles frutales como los de manzana hacen unos deliciosos platillos que incluyen, por supuesto, exquisitos postres.

    Su carta incluye vinos y otras bebidas como mezcales, y llama muchísimo la atención, una lista de mezcales tan extensa, más de 60, y la cuidadosa selección de etiquetas en sus vinos, de los que el 80% son mexicanos y el resto emblemáticas opciones de otros países.

    Todo esto en un salón que por su decoración y estilo nos remonta a una época donde el tiempo que se le dedicaba a la hora de los alimentos era sagrado, sin prisas y con muchos platos a la mesa. Y yo, obediente a las normas, eso hice, dejando que las horas pasaran lentas mientras conversaba y nos deleitábamos con cada plato y vino que llego a nuestra mesa.

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